¿Y por qué no se juntan?
Es cada vez más claro que no estamos solamente frente a un gobierno y un congreso ilegítimos que responden de manera autoritaria a una protesta social que reclama algo elementalmente democrático, como un adelanto de elecciones generales y un referéndum constitucional.
Lo que hemos visto en los últimos meses es ciertamente la respuesta autoritaria de un gobierno y un Congreso que ignoran este mayoritario y democrático reclamo ciudadano, y que reprimen a sangre y fuego a quienes lo llevan a las calles. Pero estamos viendo también la construcción de un régimen congresal autoritario, mafioso y conservador. Si Dina Boluarte y la mayoría del Congreso se salen con la suya, pronto viviremos bajo una suerte de dictadura parlamentaria de derecha, asociada a la corrupción y las mafias, que se propone el control total del Estado.
Este proyecto apunta simultáneamente a varios objetivos. Estos incluyen la contrarreforma política para permitir que las cúpulas sigan manejando los partidos políticos y la captura de los organismos del sistema electoral como el Jurado Nacional de Elecciones, la Oficina Nacional de Procesos Electorales, y el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil. Ya tomaron control del Tribunal Constitucional y se aprestan a capturar ahora la Defensoría del Pueblo. Buscan también el desmontaje de instituciones que quitaban libertad de acción a las mafias corruptas en la educación y el transporte, y también apuntan a eliminar la perspectiva de género en la educación y en la política pública en general.
Al copar los organismos electorales buscan sacar a la izquierda democrática del juego político, porque saben que esta izquierda democrática tiene posibilidad de ser gobierno, y eso los asusta mucho. Denunciaron un inexistente fraude en favor de Castillo, pero se preparan para cometer uno en caso vuelvan a perder una elección.
Para ello buscan también asociar a la izquierda democrática al terrorismo de las décadas de 1980 y 1990, y a los actos de corrupción del gobierno de Castillo. Este es, por ejemplo, el sentido de la acusación que se hace desde el Congreso Nacional contra Mirtha Vásquez por sucesos ocurridos cuando ya no era primera ministra.
Desde los años 1980, la izquierda democrática ha mantenido ciertos niveles de respaldo ciudadano. Con Izquierda Unida llegó a ser la segunda fuerza electoral del país y ganó las alcaldías de varias de las principales ciudades, incluida Lima. Fue muy golpeada por el Conflicto Armado Interno, pues fue la segunda fuerza política con más víctimas en manos de Sendero Luminoso y de las Fuerzas Armadas, pese a ser acusada insistentemente de pro terrorista desde los medios masivos de comunicación. Después, ya durante la transición democrática iniciada el 2001, no tuvo capacidad de participación propia con algún éxito y parecía condenada a buscar espacio en proyectos políticos de centro o progresistas.
Las elecciones del 2016 demostraron que, pese a todo, seguía habiendo una ciudadanía en busca de una representación política de izquierdas. En preparación de su participación en dicho proceso electoral, el Frente Amplio convocó a más de 30,000 personas a una elección interna, aun cuando ésta fue convocada apuradamente y sin recursos para difundirla de manera adecuada. En la elección misma, su candidatura logró casi 3´000,000 de votos (18.74% de los válidamente emitidos), quedando muy cerca de pasar a la segunda vuelta y logrando una bancada de 20 parlamentarios y parlamentarias de 13 regiones del país. En las elecciones del 2021 esa votación del FA del 2016 se fraccionó entre Perú Libre y Juntos por el Perú, obteniendo el primero más de tres millones de votos y el segundo más de un millón de votos. El voto claramente izquierdista del 2016 aumentó a más de cuatro millones en 2021.
En la actualidad, se mantiene una porción importante de la ciudanía que se sigue definiendo como “de izquierda”. Más de 30%, de acuerdo a una reciente encuesta de opinión. Se trata de un respaldo resiliente, pese a que la izquierda democrática no supo diferenciarse de manera clara y tajante de la práctica política clientelista, corrupta y conservadora de Castillo en la Presidencia de la República, y de Vladimir Cerrón y su bancada en el Congreso. La campaña de los medios masivos de comunicación insistiendo en que esa mediocridad y esa corrupción -que caracterizan de Castillo y Cerrón- son propias de toda la izquierda, sin distinción alguna, no parece haber desterrado esa identidad izquierdista de una parte importante de la ciudadanía.
Estando en marcha un proyecto autoritario y conservador, que busca eliminar a la izquierda democrática del escenario político, y habiendo una ciudadanía y un electorado que sigue buscando una alternativa de izquierda, ¿que se está haciendo para recomponer lo que fue el Frente Amplio del 2016 y ofrecerle al país una izquierda democrática, consecuente, honesta y eficiente? ¿Un proyecto de izquierda claramente diferente y mejor que el que ofrecieron Cerrón y compañía? La respuesta es, lamentablemente, que muy poco.
En la actualidad existe más de una decena de organizaciones políticas con liderazgos y militancias que en su gran mayoría fueron parte del proceso del Frente Amplio del 2016. Se agrupan y reúnen en un espacio de coordinación y ocasionalmente logran pronunciarse juntas frente a la crisis en curso. También organizan espacios de encuentro para analizar la situación, denunciar al Gobierno y al Congreso, apoyar las protestas sociales y desarrollar algunas acciones conjuntas.
Pero lo que no se ve hasta la fecha es la voluntad de construir una fuerza política que las agrupe, que las integre en un proyecto político que sea capaz de frenar el proceso en curso de construcción de la dictadura parlamentaria conservadora y autoritaria arriba mencionada. Que sea capaz de ofrecerle al país una alternativa de gobierno democrático, honesto, progresista y eficiente. Por el contrario, prima la afirmación del pequeño proyecto propio, sin apostar en realidad por el proyecto político mayor.
¿Por qué no se juntan? ¿Acaso existen diferencias irreconciliables en el plano de los valores básicos que guían su accionar político? ¿Es imposible integrar en una propuesta programática las perspectivas socialistas, feministas, ambientalistas o indigenistas que las animan? ¿No se pueden superar las desconfianzas alimentadas por las discrepancias que llevaron a la división de la bancada FA el 2016, aquellas relativas a la aproximación a Vladimir Cerrón y Gregorio Santos el 2019, o aquellas relativas a la relación con el gobierno de Pedro Castillo? ¿No se pueden resolver con métodos democráticos y participación ciudadana las naturales aspiraciones de liderazgo y representación política que puedan existir?
Desde la fragmentación y el pequeño perfil propio es imposible derrotar a la derecha y ofrecerle al país algo mejor. Por el contrario, desde la fragmentación y el pequeño perfil le allanamos el camino a un proyecto autoritario, conservador y mafioso que apunta a eliminarnos como opción política.
¿Por qué no se juntan?