Edmundo Murrugarra Florián: “Ser maestro, profesión del amor hecho ternura”
Tomo 1: Peñaloza en La Cantuta, una isla incomparable
Demonio Feliz Ediciones, Lima, octubre de 2023, 290 páginas.
Este libro de Edmundo Murrugarra es un manifiesto de pasión por la educación y de amor a la vida. El libro cuenta parte de la vida y obra de dos educadores: el autor Murrugarra y su maestro Peñaloza. Se trata de un testimonio emotivo, entretenido y reflexivo de la experiencia personal del autor, primero como estudiante de la Escuela Normal de La Cantuta dirigida por Peñaloza en los años 50, y luego como docente y ser humano marcado a fuego y para siempre por la utopía de escuela y de país contenida en ese proyecto de formación de maestros para la república.
En muchos momentos la narración tiene rasgos casi cinematográficos, por la rica descripción de situaciones y las anécdotas, los detalles y la frecuente referencia a los aspectos lúdicos y afectivos de las vivencias del autor y los otros personajes que lo acompañan. El libro es testimonial, pero también discute temas filosóficos, políticos, pedagógicos y sociológicos de enorme trascendencia para el presente y futuro de la educación, del Perú y de la vida en el planeta.
Murrugarra argumenta y reitera a lo largo del libro que la educación puede y debe jugar un rol estratégico en el cambio de la sociedad, de la cultura y de la economía. En contraste con el discurso economicista de algunos dirigentes magisteriales y políticos, el autor sustenta la potencialidad transformadora de la acción educativa en el contexto capitalista, rescatando argumentos de Mariátegui y de Marx sobre la relación dialéctica de la cultura y la educación con el modo de producción imperante. En consecuencia, invoca a los maestros a integrar la lucha reivindicativa sindical con el ejercicio cotidiano de una educación que revolucione desde abajo la sociedad y la vida, promoviendo inclusión, solidaridad y armonía con la naturaleza.
Luego de relatar cómo el proyecto de La Cantuta apareció en su adolescencia y cambió su vida, Murrugarra nos da noticias de la trayectoria de Peñaloza como estudiante y como docente innovador en educación secundaria y universitaria; un recorrido que forjó su perfil de filósofo, educador y político, profundizando su vinculación con las ricas y diversas manifestaciones del arte y la cultura del Perú. En 1951 fue designado director de La Cantuta, donde lideró un ambicioso proyecto nacional de renovación de la formación de maestros, que lo consagró -en palabras de nuestro autor- como “uno de los grandes reformadores políticos de la educación peruana en la segunda mitad del siglo XX”.
Peñaloza se relacionó con personajes notables y diversos del arte y la cultura peruana e internacional que -como dice Murrugarra en el libro- “contribuyeron a su crianza”: entre otros José María Arguedas, Manuel Moreno Jiménez, Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Adolfo Westphalen, Blanca Varela, Sérvulo Gutiérrez, Enrique Camino Brent, Emilio Romero, Estuardo Romero, Francisco Miró Quesada, Jorge Basadre, Carlos Cueto Fernandini, Mario Florián y Ciro Alegría. Esta lista muestra la pluralidad y la riqueza de las fuentes que alimentaron los saberes de este educador.
Murrugarra dice que la pedagogía de Peñaloza buscaba relacionar el rico mundo interior de los estudiantes con el “hervidero social, cultural y político del mundo”. Había que analizar los hechos inmediatos y confrontarlos con experiencias afines y con lo que dicen los libros, porque el criterio de verdad se encuentra en la práctica y no en los dichos de los autores. Por eso en el currículo de La Cantuta se incluyó la práctica como eje desde el inicio de la formación y para que guíe toda la vida profesional del maestro, como vacuna contra el dogmatismo sectario.
La composición del alumnado de La Cantuta reflejaba la diversidad cultural del Perú, y la conformación del equipo profesional se caracterizó por su calidad, su compromiso y su pluralidad ideológica y política. El encuentro y la interacción intercultural e intergeneracional facilitaba el intercambio y la construcción de saberes que trascendían ampliamente las previsiones del currículo formal de la institución.
Murrugarra valora el carácter innovador del programa curricular de La Cantuta; pero también señala que algunas experiencias importantes de la vida en el campus, que no eran parte del currículo oficial, generaron saberes y actitudes importantes del perfil personal y profesional de los futuros maestros. Se refiere al cine, la música, las excursiones y la convivencia con los otros jóvenes y los docentes, que alimentaban la reflexión íntima y las discusiones sobre su vida presente y su próximo rol como educadores.
El libro resalta la intensidad emocional de las experiencias, como un factor principal que debe estar siempre presente en la formación integral de los estudiantes. La alegría y la oportunidad de saborear, gozar, jugar, celebrar la vida con los otros, disfrutar del aprendizaje y de la enseñanza, festejar los logros de cada estudiante y de todos ellos, compartir dudas y dificultades, indagar en colaboración con alumnos, colegas y maestros, son elementos centrales de lo vivido en La Cantuta y de su trayectoria personal como educador, nos dice Murrugarra. Cuando el aprendizaje es placentero, vital, lúdico, el maestro goza con los descubrimientos de sus estudiantes, persevera en su rol y comparte sus satisfacciones con los colegas, en un clima de colaboración y solidaridad. Por eso, es triste que hasta hoy muchos maestros vivan la docencia como una rutina burocrática y aburrida, carente de pasión y de significado.
Resumiendo, la experiencia de La Cantuta de Peñaloza, al igual que las de José Antonio Encinas, Gamaliel Churata, Hildebrando Castro Pozo, Germán Caro Ríos y otras que son reseñadas al final del libro, muestran que en las instituciones educativas se puede convivir y aprender prefigurando el mundo justo y feliz que añoramos, y a la vez formar a las personas que harán posible y real el cambio en toda la sociedad.
Este libro nos muestra que la educación puede revolucionar la cultura y forjar comunidades solidarias, con capacidades y actitudes críticas y creativas para transformar la economía, la convivencia social y la política, y así lograr bienestar con equidad y en armonía con la naturaleza. Gracias Edmundo Murrugarra por renovar el optimismo pedagógico y político de los maestros del Perú.
Manuel Bello, febrero de 2024.