La desigualdad Ja, Ja, Ja, Ja
“… la preocupación por el ejercicio pleno y universal (es decir, igualitario) del derecho a la educación es la finalidad pública central.” (Proyecto Educativo Nacional – PEN 2036, CNE 2020; p. 32)
Las clases altas y medias de la sociedad peruana han normalizado las desigualdades sociales; a menudo se refieren a ellas con desdén o frivolidad. O se cuidan de no verlas, encerrados en sus burbujas residenciales y mediáticas; o las miran sin verlas y las oyen sin escucharlas, con ojos y oídos insensibles; o las justifican de manera falaz atribuyendo las desventajas y la pobreza a la falta de talento o de esfuerzo individual. A lo más se suman a iniciativas caritativas para paliar situaciones de miseria aguda o de abandono. El anodino mensaje presidencial reciente también reflejó este negacionismo desde el poder.
Pero las desigualdades en el acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, a trabajos dignos, a la seguridad y -en general- al bienestar, son realidades escandalosas y se reproducen, generación tras generación, manteniendo siempre excluidos o discriminados a los mismos grupos de la población. Son muy pocos los individuos que suben de nivel en la pirámide social, y menos aun los que naciendo privilegiados bajan a escalas inferiores. El Perú es uno de los países más desiguales en América Latina, que a su vez es la región con mayores desigualdades sociales en todo el mundo.
La distribución de la educación básica es un caso más de esa injusta y enorme desigualdad, que los sectores privilegiados y dirigentes del país ocultan o toleran de manera indolente, con resignación o con beneplácito. Poco se ha hecho en las últimas décadas desde las instancias de poder público o privado para reducir las enormes distancias entre distintos grupos de peruanos en lo que respecta al acceso a la educación de buena calidad; pese a que, en la Constitución, las leyes y los acuerdos internacionales se le reconoce como un derecho fundamental para todos y a lo largo de toda la vida. Por el contrario, las políticas vigentes desde los años 90 han servido para aumentar la segregación social y las desigualdades en el sistema escolar; y los anuncios del gobierno actual tienen la misma orientación.
Un informe del estudio de largo plazo Niños del Milenio [1] confirmó lo que ya se intuía: los niños y niñas que al año de edad se ubican en el menor nivel socioeconómico (NSE), asisten con mayor probabilidad a instituciones educativas con menor infraestructura y menos recursos educativos que sus pares de mayor NSE; acceden a menos oportunidades de aprendizaje (ODA) y tienen menor rendimiento académico a los once años que sus pares. El estudio concluyó que mejorando las condiciones para enseñar y para aprender y aumentando las ODA es posible revertir la determinación educativa del NSE familiar, destacando que no se trata de una fatalidad inevitable. Esto último resalta la responsabilidad de quienes pueden decidir e implementar políticas públicas de cambio en el sector Educación.
En el Perú, la educación básica -desde los 3 años hasta la secundaria- es obligatoria y gratuita por ley. Sin embargo, las estadísticas del propio Ministerio de Educación indican que casi 20% de los niños y niñas en situación de pobreza extrema no acceden a la Educación Inicial, y 40% de los jóvenes de 17-18 años de edad de este mismo NSE no concluyen oportunamente la Secundaria [2]. Además, como indican los informes de evaluaciones nacionales e internacionales y cada vez más estudios, el sistema escolar peruano es altamente segregado por NSE y tanto las condiciones del servicio como la cantidad de oportunidades de aprendizaje, así como los resultados en las evaluaciones de rendimiento académico, se correlacionan con el NSE y el área de residencia de los estudiantes que atienden las escuelas.
En la evaluación muestral nacional de 2022 realizada por el Ministerio de Educación, al final de la Primaria (6to. grado) se encontró que el porcentaje de los estudiantes que lograron el nivel satisfactorio en Lectura en colegios de muy alto costo supera en 30 puntos porcentuales a los de colegios privados de bajo costo, y que la distancia es de 60 puntos porcentuales cuando se comparan con los estudiantes de escuelas de las áreas rurales más alejadas (Rural 1). La brecha del rendimiento satisfactorio entre estudiantes de NSE muy bajo y los de NSE alto es de 34 puntos porcentuales: 12.3% en contraste con 46.5%.
En la prueba de matemática de 2022, los colegios privados de alto costo lograron que 39.6% de sus estudiantes respondieran en el nivel satisfactorio, mientras que ese nivel solo fue alcanzado por el 15.3% de los alumnos de colegios privados de bajo costo, y apenas fue logrado por 6.7% de los estudiantes de escuelas de las áreas rurales más alejadas o dispersas. Es decir, brechas de 24 y 33 puntos porcentuales, respectivamente. Considerando el NSE, la distancia del rendimiento satisfactorio en matemática entre los estudiantes de sexto grado de nivel alto y los de nivel muy bajo se acerca a los 19 puntos porcentuales [3].
Las desigualdades también se evidencian en las evaluaciones internacionales. En el informe de PISA 2018 (MINEDU, 2022) se confirmó que el nivel de logro de capacidades y conocimientos de los estudiantes peruanos está por debajo del nivel de casi todos los demás países evaluados, y que el Perú confronta una situación de inequidad educativa generalizada: los estudiantes pertenecientes a escuelas de mejores condiciones socioeconómicas (privadas o públicas) reciben una mejor oferta educativa y tienen oportunidades de aprendizaje que permiten potenciar sus competencias, en contraste con lo que ocurre a los estudiantes de menores condiciones económicas.
Esta enorme desigualdad educativa, que debería ser intolerable en una sociedad que se pretende republicana y democrática, no recibe la atención prioritaria que debería de los medios de comunicación, de los funcionarios y de los políticos. El Ministerio de Educación, por su parte, en vez de invertir en medidas para universalizar la Educación Inicial y la culminación de la Secundaria, reducir la segregación por NSE en las escuelas y mejorar la calidad y la equidad de los procesos y los resultados educativos, utiliza el presupuesto público para aumentar las brechas. Ese es el caso de los COAR, que benefician a un pequeño porcentaje de estudiantes que ya eran exitosos en sus colegios de origen; y también de los nuevos concursos de comprensión de lectura y de matemática, que premiarán con dinero a alumnos que son parte de la pequeña minoría que ya logra rendimientos satisfactorios.
De manera similar, en el Congreso de la República se presentan iniciativas para privatizar la educación escolar con financiamiento estatal, argumentando falsamente que con ello se beneficiaría a familias con recursos limitados. Los resultados de numerosos estudios nacionales e internacionales muestran que la gestión privada no ofrece mejores resultados que la pública cuando se controlan los efectos del NSE y el nivel educativo de las familias; también se ha demostrado que los váuchers escolares aumentan la segregación y las desigualdades.
Las prioridades actuales de la política educativa en el Perú contrastan con las iniciativas que se despliegan en países vecinos en el período post pandemia. En Chile el Plan de Reactivación Educativa busca traer de vuelta a las aulas a las y los estudiantes que se han visto excluidos, para que todos completen la Secundaria; y la segunda medida de este plan incluye la movilización de 20 mil tutores para revertir el rezago lector y fortalecer los aprendizajes. En Brasil el gobierno federal ha creado el Compromiso Nacional “Niñez Alfabetizada”, con presupuesto y recursos, para garantizar que todos los niños y niñas del país estén alfabetizados al final del 2do. grado; y también lograr que el 100% de los matriculados en los grados superiores de la primaria, que fueron afectados en sus aprendizajes por la pandemia, se nivelen y alcancen el nivel satisfactorio en lectura y escritura.
En estos días de conmemoración de la fundación de la república y de lucha por la recuperación de las instituciones y de la democracia en el Perú, conviene recordar que no puede haber patria sin educación de buena calidad para todos y todas, orientada hacia el bien común y el desarrollo inclusivo y sostenible. Las desigualdades en la educación no solo dañan a los excluidos o discriminados; también impiden la cohesión social intercultural; aumentan los prejuicios, la desconfianza y la conflictividad; limitan la base demográfica educada para el desarrollo diverso de capacidades y talentos, que son exigidos por los desafíos del presente y del futuro; y niegan la posibilidad de hacer realidad el bienestar prometido para todos y todas. La desigualdad es, pues, un asunto muy serio que no se puede seguir eludiendo y postergando.
El único camino patriótico, republicano y democrático para renovar la educación y contribuir al desarrollo nacional, con equidad y justicia social, es el fortalecimiento del sistema escolar público universal y gratuito. Para recorrer este camino se exige aumentar y distribuir mejor el financiamiento estatal, reformar la gestión nacional y descentralizada del sistema escolar, impulsar el desarrollo profesional del magisterio y el cambio de la pedagogía, invertir en infraestructura (locales, equipos, recursos educativos, tecnología), y reducir activamente la segregación y las desigualdades en las condiciones para enseñar y para aprender. Solo un cambio sistémico de la educación, realizado por un gobierno comprometido con la democracia y la equidad, puede abrir las puertas a un futuro mejor para todos y todas.
[1] Cueto, Guerrero, León, Zapata y Freire (2013): ¿La cuna marca las oportunidades y el rendimiento educativo? Una mirada al caso peruano. Documento de Investigación, GRADE.
[2] Los datos corresponden al año 2022 y provienen de ESCALE, la base de datos disponible en la web del Ministerio de Educación.
[3] Si bien no es tema de esta columna, vemos que los resultados de los colegios de costo alto y muy alto son bastante deficientes, lo que niega la supuesta buena calidad de los colegios privados. Pese a las condiciones favorables del hogar, de los estudiantes y de los propios colegios, estos solo consiguen que un tercio de sus alumnos logren el nivel satisfactorio en las evaluaciones.