La escuela que graduó de político a Joaquín Ramírez

Si Fuerza Popular y su lideresa Keiko tuvieran como inspiración a San Martín de Porres o a Santa Rosa de Lima, quizás serían creíbles su incomodidad y apuro para tomar distancia de Joaquín Ramírez cuando le allanaron cientos de casas, vehículos y cuentas por el lavado de activos que la fiscalía le atribuye.

El maestro

Ocurre que, como sabemos, quien los inspira es nada menos que Alberto Fujimori, cuyo magisterio es todo lo opuesto a la ética y la integridad. El señor que forma a Fuerza Popular y a sus cuadros es uno de los más conocidos casos de gobernantes que montaron organizaciones criminales dentro de sus Estados.

Instancias y foros muy prestigiosos en el mundo le han hecho ese reconocimiento con todas las formalidades del caso. El primer foro judicial que lo tituló como gran delincuente fue la Corte Suprema chilena, pero que se movía por fuera de la ley ya era conocido en el mundo desde abril de 1992, por el golpe de ese año.

Desde allí en adelante Fujimori gobernó durante ocho años cometiendo actos ilegales y corruptos de manera recurrente. Toda instancia, o actor estatal o civil, que podía servir para que se mantenga en el poder fueron inundados de corrupción. En eso su principal cómplice fue, como se sabe, Vladimiro Montesinos.

Las dos últimas grandes operaciones de ilegalidad y corrupción de estos Hermanos Caradura fueron el fraude electoral del año 2000, y el contrabando de armas entregadas a las FARC colombianas. La gran protesta de los Cuatro Suyos y el estallido de sucesivas revelaciones en video los obligaron a huir del país, con su régimen en escombros.

Fujimori halló refugio en Japón, pero se había enviciado con el poder. Allá hizo su networking entre políticos conservadores y quiso ser senador. Fracasó, pero esa adicción le tenía sorbido el seso. Así que el 2005 decidió desafiar otra vez a la ley peruana y volver para ser candidato en 2006. En el 2000, en Perú, había sido inhabilitado por diez años.

Manipular la ley para obrar ilegalmente.

Fujimori optó por llegar a Chile primero. Algunos de sus aliados le hicieron creer que allí el provocaría y ganaría un juicio de extradición y podría volver al Perú ya totalmente blanqueado para ser candidato.

Llegó a Santiago en noviembre de 2005. Aterrizó en un avión privado, como esos capos de corporaciones empresariales o del narcotráfico que vemos ahora en Netflix o HBO. Como ellos, pretendía esa omnipotencia que subordina a cualquier ley. Interpol lo buscaba, pero por alguna extraña razón la policía migratoria chilena lo dejó pasar.

Igual hubo juicio de extradición, pero sus cálculos fallaron. En setiembre de 2007, la Corte Suprema de Chile aprobó su entrega al Estado peruano. Esa sentencia fue el primer título de transgresor de muy alta gama que recibió el Chino. La extradición fue por una serie de delitos muy graves: entre ellos, los casos La Cantuta y Barrios Altos (25 homicidios) y diversas variantes de corrupción por mucho dinero.

El segundo foro importante en darle similar título fue la Corte Suprema peruana. Desde 2007 lo fue sentenciando por los delitos por los que fue extraditado. En 2007 le dieron seis años de cárcel por haber allanado la casa de Montesinos. En 2009 recibió 25 años por los asesinatos de Barrios Altos y La Cantuta y por los secuestros en los Sótanos del SIE.

Ese mismo año de 2009, Fujimori reconoció que era culpable y pidió sentencia por interceptación ilegal de teléfonos, la compra de congresistas tránsfugas, y la compra del apoyo de grandes medios. La Corte le concedió el pedido.

Dinastía

Fujimori admitió esas culpas por puro interés. Ya cercanas las elecciones de 2011, designó a su hija Keiko como candidata. Que su sentencia saliera pronto fue para eludir un juicio cuyas noticias hubieran interferido en su campaña. Amor de padre.

Keiko ya tenía la adicción del padre. Muy joven fue primera dama suplente por la ruptura que hubo entre sus progenitores. Ya vivía en los EEUU cuando el Chino decidió volver al Perú. Al enterarse, se adelantó para apoyar a papá. Cuando lo sentenciaron, aceptó el primer lugar del fujimorismo en sus afanes por volver a gobernar.

Ser la sucesora no ha significado ser solamente la candidata del grupo. También ser la primera defensora o apologista de todo lo actuado por su padre. Además, también fue la primera empeñosa en meter, en la mente de los fujimoristas, la idea de que su padre actuó muy bien y era un paradigma de gobernante.

Eso lo hizo a plenitud en su campaña de 2011. Como fue derrotada por Humala, para 2016 intentó disimular un poco. Como tampoco le sirvió, porque fue derrotada por PPK, para 2021 decidió retornar más reivindicadora del padre que nunca antes.

La Escuela del Chino.

De hecho, el primer acto de su campaña en las elecciones de 2021 fue el lanzamiento de la llamada Escuela del Chino para nuevos fujimoristas. En ella Alberto era reivindicado como un ejemplo de buen gobernante, un modelo de político, a través de sus mejores obras. Pero la verdadera escuela fujimorista es más completa. Todos los afiliados tenían y tienen que enaltecer toda la obra del maestro. Y no solo la de él, sino la del fujimorismo como un todo.

Cabe recordar que, además de Alberto y Vladimiro, hubo más de un centenar de fujimoristas prominentes en su gobierno que fueron juzgados y sentenciados por graves delitos de corrupción, violaciones a los derechos humanos o por el golpe de 1992.

Entre ellos hubo y hay militares, policías, congresistas, ministros, jueces, fiscales, dueños de medios de comunicación y hasta publicistas. Todos con sentencias que fueron conociéndose a lo largo de la primera década de este siglo. A la par, se fueron descubriendo y recuperando cuentas secretas que estos personajes escondieron en bancos extranjeros.

En la segunda década no mejoró mucho la calidad de los temas a los que siguen asociados Alberto Fujimori y el fujimorismo. De vez en cuando, un antiguo fujimorista escondido o fugado se entregaba. O alguno que se había fugado y nunca se entregó hacía noticia porque fallecía en algún lugar. O las fiscalías reabrían investigación sobre casos como las esterilizaciones forzosas.

Si no pasaban esas cosas, era el propio fujimorismo el encargado de recordarnos la asociación entre los Fujimori y la actuación ilegal. Así fue con las farsas de los dos indultos truchos a Alberto Fujimori. O cuando se mostraban como politiqueros capaces de cualquier cosa por el poder: el pleito Keiko – Kenji y su falsa reconciliación televisada para fines electorales en 2021.

La escuela política que graduó a Joaquín Ramírez

Ramírez ha sido congresista fujimorista entre 2011 y 2016, y su secretario general y representante legal en 2015. La escuela que lo graduó de político con esos cargos es la descrita en los párrafos previos. Por el tipo de subcultura política que se respira en esa escuela no tiene nada de sorprendente que sea ahora protagonista de una investigación penal.

Es cierto que, a estas alturas ya no hay ninguna fuerza política peruana que pueda preciarse de haber vigilado con eficacia la virtud cívica de sus militantes o de sus dirigentes. Además de Alberto Fujimori hay otros ex presidentes o ex alcaldes con evidencias sólidas en su contra en cuanto a corrupción.

No cabe duda, sin embargo, que el fujimorismo los supera y sigue siendo la mayor fuerza productora de corrupción política en el Perú. Por eso Keiko Fujimori y sus dirigentes solo estaban fingiendo locura cuando se hicieron los distantes y los incómodos y molestos cuando el huayco de allanamientos a su ex secretario general. Tiene su marca legítima.